EL ISLAM Y LA SALUD

La medicina profética

Salud y enfermedad

Aunque es un término común, que está en boca de todos, la salud no es algo fácil de definir y, de hecho, su definición entraña por lo general toda una concepción cultural. Que esto es así lo demuestra la existencia de distintas concepciones médicas en distintas culturas, que van desde un conjunto de procedimientos y conocimientos prácticos a sistemas complejos y muy desarrollados, incluso en lo filosófico, como por ejemplo la acupuntura en China. En todos los casos, “el arte de curar” ocupó siempre un lugar relevante en toda cultura y sus cultores, los médicos, detentaron casi invariablemente el puesto de sabios y notables en sus sociedades.

Es un denominador común que la ciencia médica en los pueblos antiguos fuese considerada un conocimiento superior, de origen y raíces en lo sagrado, y que su idea y comprensión de la enfermedad no pasara (salvo ocasionalmente) por una mera disfunción física, sino que tenía sus semillas en lo sutil, en el alma humana, en su relación con el mundo, con las criaturas, con la naturaleza, y consigo mismo. La enfermedad es casi invariablemente en esta concepción antigua de distintos pueblos una “transgresión” de límites y leyes, sutiles muchos de ellos, que conducen finalmente a un desequilibrio vital, físico.
La cultura occidental moderna y la ciencia médica que ha originado tienen una definición de salud y enfermedad y, más aún, tienen una idea (que no necesariamente coincide con la definición formulada por algunos teóricos de la medicina 3) que ha ido rigiendo el desarrollo de la medicina, sus métodos y alcances.

La opinión moderna, la que se deduce al menos del ejercicio de la medicina usual tal cual se practica en casi todo el mundo, indicaría que salud es la ausencia de enfermedad, es decir, de todo desequilibrio orgánico y funcional a nivel primordialmente físico.
Según esta definición, el objetivo y la norma de la medicina actual parece ser primordialmente la “enfermedad” y no la salud; se preocupa más por definir y acotar la enfermedad que por conocer los límites de la salud, y más aún: en su tratamiento de la enfermedad a menudo no se ocupa de su verdadera etiología (e.d. su origen real), que frecuentemente ignora o sólo determina de manera hipotética, o procura sólo en el ámbito físico, sino de la erradicación de sus síntomas (el desequilibrio y malestar funcional u orgánico que conlleva), es decir, de aquello que externamente la caracteriza. Por otra parte, la especialización creciente en la ciencia médica ha “sectorizado” la salud (a través de la clasificación y división creciente de la enfermedad, por sus particularidades), con lo cual se aleja cada vez más de una idea integral de salud 4.

Para la medicina moderna, además, salud y enfermedad son principios opuestos y de alguna manera equivalente, lo que deja traslucir una concepción maniquea en donde no hay un principio superior.
Esta actitud de la medicina “científica” concuerda con la antropología materialista que concibe al hombre como una máquina orgánica cuyos “desperfectos” empiezan y terminan en sus componentes físicos. Modernamente, sin embargo, ha surgido en la medicina occidental una corriente que presta cada ves más atención al componente psíquico, es decir, a los estados del alma como determinantes esenciales de la salud física (medicina psicosomática). Pero también en el estudio de la psiquis humana la medicina moderna adolece del mismo defecto materialista, que se expresa considerando que el alma humana empieza y termina en sí misma: no posee un estado superior y “sano”, sino que siempre adolece del algún grado de “neurosis”.

En cuanto a la “medicina natural”, es decir, aquella que propugna una metodología terapéutica que tome en cuenta todo el equilibrio orgánico y se valga de medios o medicinas sin efectos secundarios perniciosos, todavía no llega a satisfacernos, pues también olvida los aspectos superiores del hombre: su alma, su conducta espiritual, su ética en suma. Mal que nos pese, y sin negar el valor que puedan tener algunos consejos de esta corriente médica natural y ecológica, sigue adoleciendo de materialismo.

Nuestra crítica precedente no va dirigida a los logros, extraordinarios y valiosos sin duda, que ha tenido la ciencia médica, sobre todo en el último siglo. Los métodos de diagnóstico que hoy se poseen y el conocimiento cada vez mayor de la fisiología humana, constituyen un progreso encomiable. Y el Islam desde luego está a favor de todo conocimiento y todo progreso. Nuestra crítica apunta más bien a la filosofía de la ciencia médica actual, o mejor diríamos, a la ausencia de ella. Sostenemos, y quizás podamos esbozarlo aunque sea brevemente en este artículo, que es posible y existe una medicina integral, una medicina del hombre que no desconozca ni ignore lo que éste es en realidad. Pero en este sentido, la Medicina será una Ciencia Regia, la ciencia de la curación y salvación del hombre, y sus operadores, como se los llamaba y aún llama en lejanos rincones del mundo islámico, son los hakîms , los sabios que curan el cuerpo y el alma.

Islam y salud

Digamos para comenzar que Islam y salud son conceptos asociados en idioma árabe, la lengua de la Revelación divina. De la raíz árabe s-l-m derivan términos como salâm (paz), salâmah (salud, bienestar, seguridad), salîm (sano, salvo, saludable, íntegro), además de islâm (sometimiento y entrega a Dios) y muslim (musulmán: quien se ha sometido a la Voluntad divina).

El Islam no es simplemente una religión en cuanto sistema de creencias, sino que es primordialmente una conducta, un modo de vida que se ocupa de todos los rincones del quehacer humano, y procura así conducirlo a la felicidad. Y es sabido que no hay verdadera salud sin felicidad. Para el Islam la salud es, primordialmente, un estado del alma, y por eso la peor enfermedad no es la enfermedad del cuerpo sino la enfermedad del corazón, y la peor muerte es la muerte del corazón, entendiendo por corazón al órganos central del alma, sede del intelecto y la intención 5. Por eso los estudiosos de la medicina en el Islam del pasado, puestos a clasificar la enfermedad, la dividen en dos tipos. Dice Ibn Qaiim Al-Yauziiah (m. en el 751 H.. siglo XIV d.C.), uno de los principales expositores clásicos de la Medicina Profética: “La enfermedad es de dos clases: la enfermedad del corazón y la enfermedad del cuerpo, y ambas están mencionadas en el Corán. En cuanto a la enfermedad del corazón, se divide a su vez en dos tipos: la de la incertidumbre y la duda, y la de la concupiscencia y el error, y ambas están citadas en el Corán. Dice el Altísimo sobre la enfermedad de la incertidumbre: ‘Hay una enfermedad en sus corazones, y Dios les aumenta su enfermedad’, y dice también, exaltado sea: ‘Para que digan los impíos y quienes tienen una enfermedad en su corazón: ¿Qué quiere Dios con este ejemplo?’...” (Ibn Qaiim, Al-Tibb Al-Nabauí, Beirut, 1403 H. / 1982, pág. 5-6).

La tradición profética confirma también esto, pues dijo el Profeta: “Y sin duda hay en el cuerpo un órgano que si está sano, sanará todo el cuerpo, y si se corrompe, se corromperá todo el cuerpo: y éste es el corazón” (Tradición recogida por Muslim). Y aquí el Profeta no hace referencia solamente al órgano físico llamado corazón, sino al órgano espiritual, cuya enfermedad arrastra finalmente a la enfermedad del conjunto, pues el ser humano es una unidad, y vale por su ser metafísico antes que por su ser físico, pues éste está sometido a aquél.

La enfermedad es pues un desequilibrio en el estado dinámico de la salud, y dicho desequilibrio tiene su origen en una “trasgresión”, una falta ubicada, en principio, en el ámbito sutil. Dijo el Imam Al-Sadiq: “No hay ninguna enfermedad ni catástrofe, ni aún un dolor de cabeza, que no sea a causa de las faltas de los hombres”. Esta tradición y el dicho coránico que afirma: “Nosotros no los perjudicamos (a los hombres), sino que ellos se perjudican a sí mismos” (10:44), indican que la raíz de todo mal que le acontece al hombre se encuentra en sí mismo 6. Las “faltas” muestran en el hombre precisamente una carencia, un vacío, una falta de completitud, una deficiencia, todo lo cual marca un desequilibrio en su ser que, tarde o temprano, debe compensarse de alguna manera.

En cuanto a la enfermedad del alma, tiene muchos estados y grados, el peor de los cuales, como dijimos, es la muerte del corazón, entendiendo por tal la desaparición de todo bien y un estado irreversible. Para el Islam, entonces, la salud es un estado integral de armonía, bienestar y contentamiento que involucra primordialmente al espíritu y el alma, y no sólo el cuerpo. No es algo completamente psíquico, ni menos aún físico; y tampoco es algo medible y mensurable, es decir, algo que podamos determinar, por ejemplo, a través de los complejos sistemas de diagnóstico de la medicina actual.

La medicina profética
Las enseñanzas del Profeta del Islam cubrieron todos los aspectos de la vida humana y, sobre todo, enseñó muchos principios de vida sana que ejemplificó con su conducta. Se han registrado de él decenas de miles de tradiciones sobre multitud de asuntos, y entre ellas muchas referidas a la medicina. La Medicina Profética (Al-Tibb Al-Nabauí) es el estudio y aplicación de estas tradiciones.
Los sabios del pasado estudiaron y clasificaron estas tradiciones y dedujeron de ellas ciertos principios y fundamentos de una ciencia médica muy especial, con caracteres y procedimientos propios. Hay decenas de tratados enfocando este tema, la mayoría de los cuales coinciden en el título: Al-Tibb Al-Nabauí , la Medicina Profética.

Conviene aclarar que el Profeta no hizo una exposición sistemática de la medicina; su objetivo primordial no era la salud física, sino la Canon Medicina salud espiritual. Pero, como vimos, una cosa no está completamente separada de la otra, y así es que sentó los principios fundamentales para el estudio de la medicina integral y dio además numerosas recomendaciones sobre cuestiones concretas que son especialmente preventivas de la enfermedad, y algunas entran también en el terreno de la terapéutica.
Toda su Sunnah o costumbre, es decir, su conducta y modo de vida, se ha tomado como modelo de una vida sana, equilibrada y feliz. Su forma de sentarse, de comer, los alimentos que prefería y cómo le agradaban, sus prácticas higiénicas, sus recomendaciones sobre ciertas plantas y alimentos por su valor curativo, sus recomendaciones sobre la mejor conducta con los enfermos, su actitud tanto en la enfermedad como en la salud; todo ello y mucho más encontramos en los libros de tradiciones.

Esta Sunnah es el material del cual se construye todo el modo de vida islámico, desde las prácticas devocionales hasta la higiene y la actitud general ante el mundo y los problemas, e incluso sobre la mejor manera de encarar nuestras relaciones interpersonales.
Digamos también que la Medicina Profética no fue la única manifestación del arte de curar que se desarrolló entre los musulmanes, pues como es sabido, éstos tradujeron los antiguos tratados griegos sobre el tema y los devolvieron a la humanidad con sus propias observaciones y progresos. Y desde luego las tradiciones o hadices del Profeta referentes a cuestiones de medicina ejercieron considerable influencia en el arte de la ciencia médica en el Islam, arte de curar que tuvo lumbreras de la talla de Al-Razhes y Avicena, cuyos tratados sobre medicina fueron referentes obligados en el estudio de la medicina en todo el mundo durante siglos.

Profiláctica antes que terapéutica
Aparte del hecho ya mencionado de no constituir una exposición sistemática de la medicina, y de enfocar el bienestar del cuerpo desde el bienestar del alma, quizás el rasgo más destacado de la Medicina Profética sea que es profiláctica o preventiva antes que terapéutica. La mayoría de las normas de conducta enseñadas por el Profeta, por lo pronto todas las referidas a la higiene, tienen enorme importancia para la prevención y profilaxis de numerosas enfermedades 7 . El valor de algunas de estas normas de higiene no se ha descubierto hasta la época moderna pues, como recordará el lector, el conocimiento de microbios y bacterias y el concepto de asepsia son relativamente modernos en la ciencia médica.

Conclusión
No hemos buscado en estas líneas sino mostrar al Islam como curación, no sólo de los cuerpos, sino sobre todo de las almas, y llamar la atención de nuestros lectores sobre la realidad de su ser y el verdadero significado de la salud, tal cual lo entendemos y según lo enseño el Profeta del Islam.
“¡Hombres! Os ha llegado una advertencia de parte de vuestro Señor, y una curación para lo que hay en los pechos, y una guía y misericordia para los creyentes.” (Corán, 10:57).